lunes, noviembre 27, 2006


GALERÍA DE ESCENAS COSTUMBRISTAS

Como no conduzco (por aquello de eliminar peligros de las carreteras) y siempre ando como el Conejo Blanco (llego tarde, llego tarde, llego tarde) soy usuario habitual de taxis.

Tengo que decir que, frente a la imagen cruda y fascistoide a lo taxidriver que se suele vender, mi experiencia me habla de muchos conductores correctos que se limitan a hacer su trabajo (llevarte a tu destino). Y que entre los que comentan alguna cosilla o tratan de trabar conversación, la mayoría es correcta y educada. Hasta te llevas algunas agradables sorpresas con taxistas lectores o aficionados a la música clásica o simplemente con una conversación agradable que no sólo te transportan, sino que además te hacen pasar un rato agradable.

He tenido, sin embargo, un par de incidentes surrealistas que no les voy a contar aquí, pero con conductores irrespetuosos y agresivos como el que me acercó esta tarde al Colegio Oficial de Psicólogos (sé que todos pensáis que necesito terapia, pero no tenía nada que ver con eso mi visita: tendréis que seguir aguantándome tal cual). El caso es que me tendrán por quisquilloso, pero el tal taxista, tras el gruñido de presentación, puso la cope a tope para deleitarme con uno de esos informativos de noticias comentadas por el imparcial comentarista de turno. Una pura agresión al sentido común, pero sobre todo una falta de respeto imponer ese tipo de torturas auditivas para un pasajero al que ni se pregunta su opinión y que, en este caso, y si quieren mis lectores pueden opinar que me paso de sensible, se sentía directamente insultado por muchos de los comentarios radiofónicos y por todos los que a grito pelado, y supongo que buscando mi aquiescencia, bramaba el energúmeno.

Hasta donde sé, el taxi es un servicio público. Y por eso, no acabo de ver hasta dónde un viajero inocente debe soportar la cope (o cualquier otra emisora) si no es ese su deseo. Me dirán ustedes, y con razón, que si tanto me molestaba, debería haberle dicho al pavo que bajara el volumen o quitara la radio. Y tendrán razón. Pero les juro que así como lo he pedido amablemente en un par de ocasiones, este sujeto me dio realmente miedo. Así que como suele ocurrir en estos casos, me quedo con los insultos y sin saber muy bien cómo presentar una reclamación, por lo que me limitaré a una simple pataleta en forma de blog.

Y como ya tenemos ciertas partes de la ciudad llenas de festivas bombillitas (en los parques donde todavía juegan algunos niños, Jado, Altamira, no hay tanta luz), Pre-Feliz Pre-Navidad a Pre-Todos. Como sigamos así, acabaré convirtiéndome en el Señor Scrooge.

lunes, noviembre 13, 2006

POLÍTICOS, GESTORES Y OTRAS YERBAS

Después de unos días extraviado en la improductiva desidia de unos días de vacaciones, regreso a este blog de la ciudad posible. Mañana os hablaré de una galería de arte y sus acciones culturales, espero que con menos tensión que cuando tuve la osadía de afirmar que me gusta Bruce Springsteen. Pero le prometí a un lector escribir con cierta amplitud acerca de políticos y gestores, justo cuando en el debate se oponían de una u otra manera los perfiles de Jesús Cabezón y Vicente Mediavilla como alcaldables (añadamos a De la Serna y tendremos la terna).

Quiero comenzar afirmando que no estoy de acuerdo con los rasgos negativos que incorporamos a la palabra "político" como si formaran parte de la definición. Con independencia de que muchos de los que ejercen esta función merezcan esos rasgos y otros que a pesar de venir en el diccionario parecerían de mal tono. Partamos, pues, de la idea de que por "político" voy a entender en este post a todo hombre o mujer que se responsabiliza de los asuntos públicos, que propone y decide políticas. A pesar de que tengo clarísimo que políticos, como Hacienda, somos todos, que todos somos responsables del funcionamiento de la sociedad, que todos participamos por acción u omisión en sus retos. Y que nuestros políticos son proyección de nuestros propios valores y actitudes, aunque nos encante ver la paja en ojo ajeno, etcétera. Pero esto sería otro cantar. ¿Y gestor? Su propio nombre lo indica. El que gestiona, la que ejecuta, los que tramitan, las que organizan ... Los mismo que en la época del asalto al poder franquista por el Opus Dei se conocieron como tecnócratas (los López et alia).

Ya entonces, y desde un discurso que me parece profundamente reaccionario y pesimista que demoniza la política y por tanto a quienes la practican y no digamos a quienes la dirigen (recuerden esa perla del dictador al aconsejar "haga como yo: no se meta en política"), se ha pretendido ver en el gestor a un responsable cualificado de la cosa pública, dando por supuesto que el político no lo es. Pero ...

Una primera reflexión sería ¿los técnicos que ocupan puestos políticos no son igualmente políticos? No creo que en los escándalos urbanísticos tan al uso carezcamos de urbanistas, arquitectos, ingenieros y magos de las finanzas en primera línea de corso. No creo que cuando hablamos de los desastres (reales o posibles, ciertos o deseados) de la sanidad, la educación, los transportes, la cultura, la policía o cualquiera otra de las áreas de un gobierno sea su nivel territorial el que sea, estén los técnicos / gestores ausentes. Antes bien, muchos participan con alegría de las decisiones criticadas, cuando no son ellos mismos sus inspiradores últimos (o los ministros-consejeros-concejales que han tomado la decisión). En consecuencia, cabe preguntarse ¿es el gestor bueno por naturaleza? Me temo que mi respuesta es cada día un poco mas hobbesiana: Homo homini lupus, Gestores politicique civibus lupi. Gestores y políticos son (pueden ser) lobos para los ciudadanos. Unos como otras.

A partir de esta consideración, creo que los cargos políticos, los cargos de representación, han de ser ocupados por políticos: hombres y mujeres que, en el mejor de los casos, ese que todos deseamos, tienen una visión global de la sociedad, que son capaces de escuchar y valorar más allá de sus convicciones personales o de sus a priori profesionales. Y a partir de ahí, que se muestren capaces de tomar decisiones, de firmar contratos con los ciudadanos a medio y largo plazo, de trazar una estrategia de ciudad que nos permita saber qué va a ser de nuestro Santander posible en el, pongamos, 2020. ¿Se imaginan que en una entrevista alguien le pregunta al inefable Piñeiro cuál ha sido su proyecto de ciudad a lo largo de los 12 años que nos ha deleitado como alcalde?¿que nos explica qué ha cambiado en Santander en todo ese largo periodo de tiempo? Enumerará obras. Nada más. Porque no había nada más que la necesidad de "gestionar", de dar respuestas inmediatas y electoralistas a problemas inmediatos. ¿Se pretendia algo con el 250 aniversario de la ciudad aparte de muchos fuegos artificiales? txtxtxtxtxtx pummmmmmm ohhhhhhhhh qué bonitos. Nada nos ha quedado del fasto, salvo muchos almacenes llenos de camisetas y gorritas. No sé si eso es gestionar, desde luego no es gestionar bien. Pero tengo claro que eso no es hacer política.

Por lo tanto, insisto, creo que en los cargos de representación debemos contar con políticos según esa idea de político que he descrito. Sean peritos en la materia o no. Los gestores y los técnicos tienen su lugar, privilegiado e imprescindible, en la administración y en la sociedad. Y, por supuesto, quien además de gestor, técnico o especialista tenga la amplitud de miras suficiente, será un político, tal vez el mejor. Pero no por gestor, sino por político.

Cuando pedimos un gestor al frente del Ayuntamiento de Santander, ¿qué tipo de gestor pedimos? ¿Hablamos de un ingeniero, de un jurista, de un sociólogo, de un arquitecto, de un monitor deportivo, de un policía municipal, de un bombero, de un médico, de un paisajista? Son muchas las áreas que dependerán de un alcalde y de sus concejales y concejalas. Y nadie será docto en todas. Así que espero que nuestro alcalde, sea quien sea de la terna, se comporte como un político y sea capaz de lo que hasta ahora nadie ha sabido hacer en Santander: planificar, escuchar, dirigir, administrar, decidir, arriesgar ... En suma, guiar nuestra ciudad hacia el futuro, hacia un futuro de todos en una ciudad abierta, tolerante y privilegiada.
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