miércoles, junio 19, 2013

RESPONSABILIDAD, RESPONSABILIDADES



Tuve estos días pasados la sensación de que había una especie de alianza político-mediática empeñada en realizarle un lavado de cara a la Ministra de Sanidad, Ana Mato, día tras día en bocas y papeles por su peculiar estilo de vida, por tantas noticias e historias como parecen dar forma a ese pasado familiar reciente, al parecer no dan dulce y  muelle como el confetti a cañonazos y las visitas a Eurodisney podrían sugerir. Tertulianos, reportajes en El País, encendidas y cariñosas declaraciones de Elena Valenciano, acusaciones de machismo a quien ose criticar a tan señalada dama parecían perseguirme. Olvidando todas ellas algunas precisiones muy relevantes para la salud de un sistema democrático.

Casi todos los análisis que se escuchan inciden en que la responsabilidad penal es intransferible, y que por tanto doña Mato no tiene que ver en lo que haya hecho o dejado de hacer su gürteliano marido. Pero... la responsabilidad penal no es la única, como tampoco son sus consecuencias las únicas.

En efecto, se es penalmente responsable por la comisión de un delito tipificado como tal, en un grado u otro de realización. La responsabilidad penal supone una condena igualmente penal, que será mayor o menor en función de la gravedad del delito. Y en efecto, un juez puede determinar que el familiar que ignoraba las actividades del pariente delincuente no es responsable por las mismas. Aunque, ojo, habría que recordar que conocer las actividades delictivas forma parte de algunos tipos penales. Y que sólo de una forma muy generosa podemos presumir que la señora Mato no estuviera al tanto de lo que ocurría en las finanzas y los lujos de la familia. Al fin y al cabo, es ministra, lleva años como parte del aparato duro y fiel del PP y, si hacemos caso del griterío neoliberal, si está donde está es por sus grandes e incalculables méritos. No sé, a mí no me encaja mucho tanto mérito para lo uno y tan poco interés en lo otro.

Hay otras responsabilidades, relacionadas con la ley, la responsabilidad civil, sobre todo, que obliga a hacerse cargo de los daños provocados y del beneficio impedido, y que poco tiene que ver con estas historias. Aunque por otro lado uno piensa que si quienes la lían desde las instituciones públicas fueran personal y civilmente responsables, con su patrimonio propio, habría más cuidado en general y menos chorizos en particular. Pero esta es otra guerra.

Sí me interesa recordar la tantas veces citada pero casi siempre ignorada RESPONSABILIDAD POLÍTICA. Que, lo siento señores tertulianos y demás familia, no es responsabilidad penal ni tiene relación alguna con la comisión de delitos. En los sistemas democráticos algo más saludables que la actual parodia hispánica, un político, una política, se supone que cuentan con una capacidad y cualificación especiales para el desempeño de sus puestos y, aún más, que en cierto modo son ciudadanos ejemplares. Puede ser llevar a un extremo indeseable y casi casi ridículo, como a veces ocurre, pensar que alguien no esté capacitado para el ejercicio político por haberse fumado un porro hace 40 años, en plena pubertad, o por haber tenido una aventura un tanto tórrida en el instituto, o por haber copiado en un examen. Pero en el otro extremo, más patético y más peligroso es un país, el nuestro, donde da exactamente igual lo que haya pasado antes y, todavía más, lo que pase durante. Haber mantenido relaciones con mafiosos y narcos, haberse beneficiado de la amistad de una empresaria de prostíbulos, haber mentido en el currículo profesional, no haber preguntado el origen de determinado regalo o haber consentido regalos de amigos del alma pueden no constituir delito. Pero no nos ofrecen la mejor imagen ni de la política ni de los políticos ni, sobre todo, del poítico cuestionado.

Ana Mato puede que no sea, probablemente no sea, responsable de un delito, o de un daño patrimonial, que merezcan el pago de una responsabilidad penal o civil. Pero Ana Mato sí es alguien que ocupa una alta magistratura del estado, una alta responsabilidad de gobierno, que parece no haber sabido administrar ni su propia casa, ni esas propias convicciones y valores que al parecer la tienen prisionera de sí misma, ni gestionar su tránsito por la poítica, rodeada de unas amistades peligrosas que ríase usted de la Marquesa de Merteuil. Responsabilidad política significa retirarse de la actividad pública a partir del reconocimiento de que en la propia vida han existido circunstancias, conexiones, anécdotas, viajes, relaciones, que suponen el cuestionamiento por parte de la ciudadanía de la capacidad para gestionar asuntos de mayor gravedad y calado. E indudablemente puede que no quisiera, no supiera o no pudiera doña mato preguntar por coches y viajes. Pero ese silencio, esa falta de curiosidad y de criterio, esa cercanía al error es, precisamente, la que exige que Ana Mato, y tantos otros, asuman una responsabilidad y de una vez por todas den ejemplo.

Hasta que no seamos duros, puede que extremos, con la responsabilidad política en este país, poco, más bien nada, podemos esperar de la política o del sistema, poca esperanza de regeneración alguna. Así que tendría que ir corriendo la lista. Una lista en la que sin duda, y no por machismo ni por tontería alguna, doña Ana Mato se encuentra por deméritos propios.

sábado, junio 08, 2013

LA SONRISA DE UN VIEJO ROCKERO. BE SENIOR, MY FRIEND



Ya sabéis que uno tiene tendencia a la misantropía y a la histera, como algunos de los sabios de la Antigüedad (Cela dixit, o más bien scripsi). Así que con ese vaso medio vacío que me caracteriza siempre pienso que todo lo que se mueve a mi lado hubiera tenido más suerte, hubiera estado mejor en otros pagos. ¿Lola, Glenda, Gin, Harley no hubieran preferido un compañero más deportista, o aficionado a la naturaleza, o con una casa enorme y un jardín más enorme, o al menos una gran terraza al sol?

Pero luego resulta que te tomas un poco más en serio y recuerdas que un perro (y no sólo un perro) necesita esencialmente una cosa, el cariño de una familia, la seguridad de un compañero que le respete y le quiera. Y puede que esta foto de Harley, de Harley Davidson, de Tío Harley, del tocho más tocho, con esa sonrisota grande y agradecida sea la respuesta a todas las preguntas.

Cuando Harley me adoptó, hace sólo un par de meses, escuchamos muchas veces que era una tontería, que un perro viejo iba a vivir poco tiempo y yo me iba a llevar un disgusto, mejor un cachorro, claro. Siempre, es curioso, a personas que aman, o al menos eso dicen, a los animales, y que como mucho se encogían de hombros cuando yo decía "¿Quieres decir que cuando abandonan a un perro viejo su única opción es la inyección letal? ¿Que la edad les quita el derecho a una nueva oportunidad, a un espacio cálido y amable para esos dos, tres, cinco, los que sean años?".

Cada día estoy más convencido de que fui sabio al mirar a los ojos a Harley. Yo no quería un cachorro o un perro joven, que sumara su vitalidad y su energía a las de Gin y volvieran mi vida un manicomio. Pero al mismo tiempo nunca me había enfrentado a un perro de edad avanzada recién llegado, ni a un macho. Lola, Glenda, Gin, en este orden, llegaron a casa de cachorras, unos dos meses las primeras y unos siete Gin. Así que tenía claro el concepto perra y el concepto cachorro. Pero ... ¿qué era un perro viejuno?

Un abuelete, un senior, un viejuno es, en definitiva, calma y ternura. Es la seguridad de tener un perro equilibrado, de personalidad definida que nos permite conocer exactamente si se adapta a nuestras necesidades y posibilidades, un conocimiento que es aún más fuerte si recurrimos a una protectora que conozca bien al animal y pueda orientarnos. Es la alegría de ver cómo cada hora, cada semana que pasa recupera en la mirada la luz que le robaron unos desalmados, ver en sus ojos ese rayito de esperanza que parece decir "sí, esta vez sí, ahora voy a ser feliz". Es verle crecer y caminar, sí hacia el ocaso, cada día con pata más firme, cada día más seguro, cada día más cómodo con su nueva realidad, con su nueva familia.

Entro en casa cada noche, termninada la jornada, abro la puerta y recibo a Gin, que me empuja y me aturde con su alegría, sus saltos, su vitalidad compulsiva, y después aparece al trote Harley para acercarse a mí, sentarse sin quitarme el ojo de encima y decir con todo su cuerpo, con todos sus sentidos, con toda su expresión "qué contento estoy de verte, si quieres puedes acariciarme, me sentiré agradecido de nuevo y muy feliz, pero en realidad no hace falta". Le veo moverse por la casa como si temiera molestar, pero custodiando su espacio. Le veo comer con calma y perder la voracidad de los primeros días, ahora que sabe que la comida no se va a acabar. Le observo suelto por el parque (que les den a las ordenanzas municiapales de esta ciudad antipática que odia también a los perros) con un trote de payaso, feliz y torpe, husmeando rastros, señalando pájaros, oliendo la vida. Le siento responder a cada llamada como si fuera una bendición, siempre a la primera, siempre contento. Le veo dormir sin taparse la cara con las patas, como hacía al principio, como si se protegiera de quién sabe qué miedos, y tengo ganas de sonreír y de decirle, "estás en casa".

Sé que los perros mayores tienen problemas en perreras y protectoras para ser adoptados. Pero sé también que hay muchas razones para elegir un juno, un viejuno, un senior. Seguridad y estabilidad de comportamiento, para quienes no han tenido perro o desconfían de su relación con niños o con otras mascotas. Compañía calmada para quienes tal vez no tienen todo el tiempo o toda la energía necesarios para lidiar con un cachorro o un perro joven y lleno de vigor. Silencio y respeto para quienes necesitan que su casa sea un refugio, o un lugar de orden, pero sienten la felicidad de sentir que alguien respira, sin molestar, a su lado.

Así que aplaudo a todas esas personas, esas organizaciones animalistas, que se empeñan cada día no sólo en suplir la obligación vergonzosamente preterida por autoridades e instituciones públicas de prevenir, combatir y solucionar maltrato y abandono de mascotas y otros animales. Sino que además ponen toda su pasión en ofrecer una nueva oportunidad a esos vejetes adorables que ya no contaban con ninguna. Con campañas como la de BE SENIOR MY FRIEND que en estos días ha puesto en marcha SOS SETTER CANTABRIA ( www.sossetter.org )

Porque es cierto que cuando di el segundo paso había perros más bonitos, había perros más jóvenes, había perros más vitales, pero no había una sonrisa como la de Harley, he querido hoy compartir desde esta habitación desordenada mi agradecimiento a Sonia, a Berto y con ellos a todos los que hacen posible Sos Setter por no rendirse, por ser como son, por haber puesto las oportunidades para que una tarde de febrero Gin y yo conociéramos a un viejo roquero lleno de ganas de vivir y de soñar nuevos himnos. Compartir mi agradecimiento a Harley Davidson, a Harley, a Tío Harley, al tocho más tochuno por todo lo que me ha enseñado, por todo lo que me ha regalado ... por adoptarme y hacerme suyo.

viernes, junio 07, 2013

A TODA VELA


Me comenta un buen amigo y seguidor de este blog casi desde sus inicios "ya nunca escribes de Santander". Y tiene razón. Desde este exilio interior autoimpuesto veo cada vez más a la ciudad en la que nací como un ente lejano, marciano, que no reconozco, en el que no me reconozco y que, francamente, ha dejado de importarme. Pero por aquello de dar gusto a los fieles de aquel blog, Un Santander posible que hubo de rendirse a la cruda realidad y virar hacia un espacio más íntimo, volvamos por un momento a Santander.

Volvamos a esa ciudad presidida por un alcalde empeñado, desde el altísimo concepto en que a sí mismo se tiene, en dejar huella faraónica de su paso por una ciudad que debería rendirle pleitesía y admiración por rebajarse a estar entre nosotros. Bueno, no entre nosotros, un poco más arriba que cualquiera. Y que a falta de contenidos de verdad transformadores de la vida cotidiana, a falta de mejoras reales en el bienestar de la ciudadanía santanderina, se regodea en fastos, escenografías y trampantojos, casi todos al servicio de interesas nada transparentes, de intenciones poco claras y, eso sí y siempre, Ad Maiorem Delasernae Gloriam. Que es de lo que se trata.

Leía ayer en la canallesca local que el Consejo Superior de Deportes se retiraba de su compromiso financiero con las infraestructuras necesarias para la celebración del Mundial de Vela 2014 y que no aportaría los 2,2 millones de euros a la construcción del nuevo CEAR de Vela. Y me surgían algunas preguntas y reflexiones. Por ejemplo, ¿cómo es que en aquellas presentaciones estupendas y multisonrientes no se fijaran tales compromisos por escrito, de manera que pudieran ser exigibles incluso ante los tribunales de ser necesario? Por aquel entonces, el compromiso en favor de Santander lo decidía un gobierno de ese PSOE que, siempre según De la Serna, maltrataba a Santander con una saña especial que se había manifestado en algunas de las inversiones más fuertes que se recordaban hacia la capital de Cantabria en particular, como a Cantabria en general. Con menos bramidos y más sumisión habla ahora nuestro alcalde, cuando Santander deja de percibir una partida comprometida gracias a ese PP que siempre, parece, ha mimado a Santander más que a ninguna. Por ejemplo, me pregunto de dónde, en el estado actual de cosas y las poco edificantes finanzas municipales, se van a sacar los dineros perdidos, y si en la cabeza del Magnífico estará continuar subiendo impuestos, tasas y precios públicos, multiplicar multas, o quién sabe qué escarnios a la ya muy maltrecha economía doméstica de las familias santanderinas.

Leo hoy en la misma canallesca local que no pasa nada, atención, ciudadanos, que no pasa nada. Que el Sheriff Delaserna se queda sólo ante el peligro como el gran hombre tranquilo que es. Y que nada peligra en la financiación del proyecto sin que, atención, ni Ayuntamiento de Santander ni Gobierno de Cantabria tengan que aportar ni medio euro más a lo que ya les correspondía. Y siguen las preguntas y las incertidumbres, además de un regusto a esos modos opacos que nos han traído hasta la situación actual de crisis, de malestar y de cuestionamiento de instituciones y políticos. Porque por un lado, en la prensa aparecen hasta cuatro valoraciones diferentes sobre lo que va a costar el CEAR: ¿a cuál nos atenemos? Por otro lado, se nos quiere hacer ver que se había presupuestado al alza pero que en realidad iba y va a costar mucho menos: Ejem ¿cómo? ¿y entonces con los excesos presupuestados qué iba a pasar? Se nos cuenta que se va a hacer lo mismo por menos dinero: ¿entonces por qué se pensaba hacerlo con más? Y acaba uno por abundar en la sensación de que desde el brillo ilustre de esos que llevan tanto tiempo capitaneando nuestro barco hacia la zozobra siguen vigentes tres afirmaciones incontestables. Primera, el poder se hizo para su servicio, prez, gloria y beneficio. Segunda, la ciudadanía es de tonta a muy tonta en la Escala de Richter. Tercera, con lo cómoda que resulta la opaca oscuridad ¿quién necesita transparencia?

Pero tranquilos ustedes vosotros. Que De la Serna maneja cabos y trapos con soltura y mantiene Santander a toda vela. O así.

miércoles, junio 05, 2013

CHOCA ESAS CINCO

Se ha armado un buen revuelo mediático con la decisión de varios de los graduados y graduadas que han recibido este año los premios y menciones de honor a los mejores expedientes de cada titulación universitaria de no saludar al Ministro de Educación y Cultura, Juan Ignacio Wert, y autoridades que le acompañaban. Algunos para alabar la actitud de esta veintena de jóvenes que ha querido así mostrar su rechazo a las políticas de recortes, de acoso a la educación pública y a la investigación del ministerio presidido por Wert. Y probablemente también a la actitud burlesca y chula que suele regalar a la ciudadanía en sus comparecencias ante la prensa. Otros, cercanos al régimen, para escandalizarse como damiselas decimonónicas ante lo que, claman, es una flagrante falta de educación y de respeto a las personas y al protocolo, que demuestra el jaez de los así actuantes.

Se me dispara la memoria histórica familiar y recuerdo nítidamente una anécdota, tantas veces escuchada, de La Madrina. Doña Cristina, hermana de mi bisabuelo y dama de pro de las de antigua escuela, pareció destacar por su respetabilidad social y su estricta visión de los valores morales y sociales durante sus largos años. Una vida a caballo entre la casa solariega de Campoo, desde la que gobernaba con rectitud y firmeza la hacienda familiar, una vez que su marido se marchara a poco de la boca a comprar tabaco, que entonces se decía, entre vecinos y arrendatarios que jamás se atrevieron a mencionar de nuevo el nombre del ausente y que todavía la recuerdan como prototipo de dama, de señora, y su piso del Paseo de Pereda de Santander, ciudad en la que igualmente matuvo siempre fama ejemplar. Vamos, que de modales y maneras algo parecía saber La Madrina. Contaba, en fin, el Tío Chisco, que siendo él pequeñajo paseaba con ella de la mano por el muelle cuando observó soprendido cómo un hombre se paraba, se quitaba el sombrero y esbozaba un saludo cortés, sonriente y hasta un punto exagerado. Doña Cristina subió la nariz, volvió la cara, tiró de su sobrino y aceleró el paso. Interrogada por el niño ("¿Por qué no has saludado a ese señor tan simpático?") se limitó a explicar "En la familia Mateo jamás se ha saludado a los sinvergüenzas". Queda por saber a cuántos sinvergüenzas habremos saludado en su momento los Mateo, con o sin conocimiento, como queda sin saber qué habría hecho el pobre hombre para merecer tal desdén. Pero se me ocurre al hilo que parece que formas, educación y protocolo sí parecen permitir que se niegue el saludo en determinados contextos y ante determinados paisanajes.

Se me dispara la memoria literaria y recuerdo el título y máxima de una comedia del Siglo de Oro, de Agustín Moreto, de ambiente palaciego y noble que nos recuerda que se paga El desdén, con el desdén.

Se me dispara la memoria personal y me enfrento a las veces en que por so o por arre algunos de esos bien pensantes, de la misma recua que quienes abominan de los estudiantes que enfrentaron con su indiferencia al ministro, me ha negado el saludo. A veces por maricón, las más, por rojo otras, por amigo de mis amigos en alguna. Y también las pocas, poquísimas, en que he decidido excluir de mi mundo, saludo incluido, a quienes me afrentaron a mí o a mis personas queridas en formas que he considerado especialmente graves, con un último episodio en una consejera del Gobierno de Cantabria de cuyo nombre prefiero no acordarme, a la que previamente envié un correo electrónico explicándole los motivos de mi enfado y pidiéndole encarecidamente que se abstuviera de mirarme, sonreírme o saludarme por lo que nos quedara de vida. Ambos hemos cumplido sin más y aquí paz y después gloria.

Así que decido incluso echar un vistazo a algunos artículos y escritos sobre protocolo en los que, vaya, no se excluye como comportamiento lógico y aceptable la indiferencia, incluso la negativa al saludo. Se saluda a la persona por la que se siente afecto, a aquella de encuentro habitual, a la tropezada casualmente en actos sociales, incluso al enemigo "por el que se siente respeto". Pero se admite como un mensaje claro la retirada del saludo o de la palabra, con varios significados posibles. Descortesía uno, sí, pero también supone en otros contextos mostrar hostilidad, ofensa o enojo. Y aquí, creo está el quid de la cuestión.

No. Quienes negaron en el acto protocolario el saludo a Wert no mostraron descortesía. Mostraron hostilidad, por un político y unas políticas que disparan contra la propia esencia del sistema de educación pública e igualitaria, que cortan los fondos a la investigación, que impiden el desarrollo de programas y que en buena medida suponen una agresión directa contra el propio futuro de muchos de estos chicos y chicas. Mostraron ofensa, por los modos habituales de un ministro incapaz de escuchar, inmune al diálogo, que se burla y agrede casi con cada intervención pública, mostrando su falta de respeto por todos y cada uno de los miembros de la comunidad educativa. Mostraron su enojo no tanto ante unas políticas y sobre todo ante un político que ha conseguido el rechazo frontal de la mayoría de los españoles, unas políticas y un político que están teniendo consecuencias tan graves en la Universidad, por ejemplo, como la de impedir con la subida de las tasas que muchos estudiantes puedan iniciar o continuar sus estudios. Seguro que el ministro no los conoce, pero somos muchos los que sí conocemos casos concretos y cercanos, con nombre, apellido y desesperanza, y estoy seguro de que los chicos que recogieron el diploma y retiraron la mano conocen también nombres, apellidos, rostros y tristezas profundas.

En este país hemos permanecido demasiado tiempo adormilados, consintiendo comportamientos infames, excesos atrabiliarios, desmanes indecentes sin siquiera una mirada o una palabra de recriminación. Quizás ayer los jóvenes, algunos jóvenes, algunos de los mejores, nos dieron una lección y nos indicaron un camino. Porque ya está bien de actuar por formas, procedimientos y comodidad como si no hubiera pasado nada y como si no estuviera pasando nada. Porque tal vez no tengamos muchas formas de luchar y menos de hacerlo con eficacia, pero al menos deberíamos ser capaces de responder con nuestra dignidad. Así que aplaudo a quienes ayer hicieron bandera de sus convicciones y de sus valores, a quienes ayer le explicaron a un ministro a quien considero especialmente infame e indigno de respeto en tanto cargo público que para ellos había tocado fondo. Cruz y Raya.
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