sábado, octubre 26, 2013

CAMBIO DE DOMICILIO


Algunos amigos se sorprenden cuando les cuento que ya no vivo en Santander. Y eso a pesar de que ya eran muchas y claras las pistas que había ido dejando en el día a día real y virtual entre las cuales no fue la menos evidente el cambio de nombre de este blog al que tanto quiero y tanto debo. Si, este que se llamó en su día Un Santander Posible , como todavía consta en su link, antes de transformarse en la habitación del caos. 

El Santander Posible se devino en mi consideración Imposible primero, profundamente Antipático más tarde, Inhóspito ahora. Algo que me sorprende si pienso en todo lo que he querido a mi ciudad natal, y, vamos a dejarlo aquí que todavía me quedan algunas historias sorprendentes por contar que no sé si contaré, lo que arriesgué por ella o a lo que renuncié. Santander es la terra patris , el lugar en el que mi familia se desarrolló durante generaciones maternas y paternas, un conglomerado de calles, de objetos, de recuerdos que te impregnan casi a cada paso. Al menos en la mitad sudoriental de la ciudad. Santander es también, lo fue y lo sigue siendo, el contenedor de muchas personas a las que quiero o aprecio. Familia, amigos, alumnos, compañeros de aventuras variopintas de otros tiempos y de estos. Pero ha ido creciendo dentro de mí cada vez con más fuerza la sensación de ser extranjero, una sensación que se ha hecho más fuerte cuando las últimas decisiones sobre el futuro de la ciudad han ido dando forma a un proyecto vacío, que no me gusta pero que no tiene vuelta atrás. Ante el silencio y complacencia de santanderinas y santanderinos.

Así que me he ido. Son muchas las razones que hacen difícil el cambio físico, por no decir imposible. La cobardía, seguro, entre ellas. También las responsabilidades adquiridas, la edad, algunos afectos. Y aunque no descarto salir algún día de aquí, vivo o muerto, he decidido plantar mi casa en un lugar más amable. Y he recuperado algo de aquello que los historiadores de la posguerra hispánica denominaron el exilio interior. Desaparecer hacia dentro. Vivir mi tiempo mental, mi realidad afectiva y emocional, donde me dé la gana, sin atarme a la tierra ni a la realidad sensible. Me quedo, pues, con las responsabilidades, cada vez menos, y los afectos. Elijo de Santander ya tan sólo una parte de su gente y me la apropio para llevarla conmigo. Corto compromisos y cierro puertas traseras, quemo naves y construyo cierta evidente esquizofrenia en la que mi cuerpo quedará, ¿cuánto tiempo? atado a este universo limitado que llaman Santander, mientras mi mente, mis sueños, mis intereses, yo, a un tiempo nos proyectamos en el espacio hacia fuera y hacia dentro. Lejos, en cualquier caso, sea la dirección cual sea.

Así que ya lo sabéis, y aclaro las dudas de quienes me habéis mirado extrañado ante la broma del "Ya no vivo en Santander". Porque hablo completamente en serio. Vivo dentro de mí. En un territorio al que algunos estáis invitados. Cada vez más definido, cada vez más lejano, ya no Santander, eso es claro, creo que tampoco Cantabria, puede que ni siquiera España. 

Y es que al final quienes se empeñaron en hacer de este lugar, de estos lugares, tierra muerta y cansada han ganado la partida. Me rindo y me voy. Hacia dentro.

martes, octubre 22, 2013

INCÓMODOS DERECHOS



He tenido que estar bastante al tanto de lo que se iba publicando sobre la Doctrina Parot y leerme las sentencias para resistir en las redes a ese tsunami de ira colectiva que en diversos tonos pasaba de mostrar su desconcierto, irritación o ira a arremeter con todo un bonito surtido de calificativos a quienes hemos tratado de comprender y de defender la resolución del Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre el recurso presentado por la asesina etarra inés del río . Pero al final creo que prefiero escribir en un tono más personal y menos analítico. 

Vaya por delante mi más absoluto desprecio por esa criminal llamada inés del río y la más profunda repulsa ante quien es y ante lo que ha hecho. De la misma manera, vaya también por delante mi comprensión ante el dolor y ante el enfado de las víctimas. Pero ni el desprecio ni la comprensión, en tanto categorías morales y, por así decirlo, viscerales, bastan para modificar lo que pienso de la Doctrina Parot y de la sentencia que ha dado un tirón de orejas internacional al Reino de España.

Quizá mi primera reflexión es que me gusta que los derechos humanos sigan resultando incómodos. Porque esa incomodidad del poder y de todos los tentáculos a los que puedan llegar sus manipulaciones nos demuestran que esa esencial conquista del espíritu humano sigue retándonos, sigue interrogándonos, sigue siendo en cierto modo profética y certera. Derechos humanos, derechos de todas y de todos, grandes principios y valores que pese a quien pese (y pesa a muchos) no se reconocen de forma selectiva ni discriminatoria, no se dejan manejar a la carta, no sirven a tales o cuáles intereses. Y precisamente por eso continúan siendo el gran referente de la ética civil universal. 

¿Para qué nos sirven? se preguntan hoy en España muchos, agitados por discursos políticos y mediáticos que de año en año han ido trazando una clara línea interpretativa en la que apelando a las tripas más inmediatas se planteaba que si se hablaba de derechos, de garantías, de seguridades, no debía incluirse en esos límites a la arbitrariedad del poder a terroristas sobre todo, violadores también. Quién sabe si en el futuro otros serán incorporados a la lista. Ya ha quedado escrito, nos sirven como límites a la arbitrariedad del poder, como espacios de inmunidad personal, familiar, grupal, como faros que determinan nuestra capacidad para determinar nuestro propio proyecto de vida y para caminar en pos de la felicidad, como formularan inocentemente como un derecho más los revolucionarios franceses.

Claro, al poder no le gusta que se le limite, a ningún poder. Al poder le gusta de alguna manera actuar con las manos libres, poder tomar las decisiones a su aire y según sus conveniencias ... que rara vez son las de los ciudadanos. Así como el control, el límite le incomoda, en las aguas de la arbitrariedad nada a su capricho. Y nada más fácil que utilizar los viejos y ya bien conocidos métodos de la propaganda para crear estados de conciencia social que justificarian cualquier cosa, o casi cualquier cosa, al son de la música que les toquen. Los judíos en alemania eran monos, animales, no iban con ellos los derechos humanos. Los burgueses y antirrevolucionarios ante Stalin eran degenerados, infrahumanos. Por no seguir siempre con los viejos ejemplos, los tutsis, en las masacres de Ruanda, eran cucarachas. Qué fácil para el discurso dominante convertir a quien desee en una categoría que no merece protección de la ley, de la sociedad, de las instituciones.

Pero el grave problema es que si aceptamos el comportamiento arbitrario de las decisiones del poder, del que sea, me da igual económico, judicial, ejecutivo, legislativo, si aceptamos que esas decisiones pueden saltarse o bordear la legalidad, atentar contra esa seguridad jurídica que nos dice qué podemos hacer, qué debemos hacer, qué podemos esperar de nuestras conductas, si decidimos que no importa que nuestros compromisos nacionales e internacionales con el código ético básico de los derechos humanos se quebranten a capricho del de turno, entonces ... ¿dónde y cómo vamos a poner el freno, dónde los límites? ¿Vamos a volver a hablar de ciuadanos de bien y malvados, vamos a volver a afirmar como en los peores episodios de la historia de la humanidad o de la historia patria que si no te metes en problemas no pasa nada, vamos a volver a recitar aquello de "Primero vinieron a por los judíos pero yo no lo era"? No. Cuando abrimos la puerta a la degradación de las garantías abrimos una compuerta peligrosa para todos.

Sí, para todos. Los derechos humanos nos protegen a todos, también a los violadores, a los asesinos y a los terroristas. La quiebra de los derechos humanos nos deja inermes a todos, también a nosotros, también a quienes pretendemos ser ciudadanos de bien que no nos hemos metido en problemas. ¿Admitimos que quiebre el principio de irretroactividad de la ley penal? Vale, pero entonces nadie podrá garantizarnos que en el futuro se nos condene por sorpresa quién sabe por qué acción del pasado que en el pasado era correcta. Lo mismo si admitimos que se pueda cambiar al gusto las condenas y el régimen de esas condenas, lo mismo si olvidamos que la pena no sólo tiene un elemento de venganza social, tiene otro de reeducación, de apartamiento de la sociedad durante un tiempo que debe ser de transformación y de cambio.

Eso es lo que se discutía con la Doctrina Parot. Si principios esenciales para la seguridad jurídica de todos, como el derecho a tener una información clara y precisa sobre nuestros actos y sus consecuencias, sobre los procesos en los que podamos vernos inmersos, si la irretroactividad de las leyes penales, recogida con claridad en los convenios internacionales de defensa de los derechos humanos suscritos por España pero también en nuestro derecho interno son valores importantes o no lo son y quiebran ante algo tan peligroso como el clamor social por una venganza que probablemente no tendría fin. Las interpretaciones del Supremo y el Constitucional (bastante cuestionadas por cierto en el seno del Constituional, con relevantes votos particulares) que dieron origen al problema bordeaban el principio de legalidad, estiraban y forzaban en busca de una decisión que saciara a los justicieros de a pie y, por qué no, a los propios deseos de los magistrados. Pero desde el primer momento fueron muchas las voces lúcidas y preparadas en este país que advirtieron del peligro. Advirtieron también de que esa doctrina no tenía pase ante las instituciones internacionales y que se corría el grave riesgo, así ha sido, de que fueran denunciadas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y se pudieran utilizar como una victoria por los asesinos y sus amigos. Así como ha sido.

Termino. Escuché hace mucho que la gran utopía de Platón no era La República sino Las Leyes. Puede que esa sea hoy también nuestra gran utopía, ser capaces de sostener un sistema de reglas claras, respetuosas con la dignidad humana, fiduciarias de ese gran patrimonio internacional que son los derechos humanos. Y que sostener ese sistema sea hacerlo vivo y respetado en una sociedad educada, capaz de entender el funcionamiento de los mecanismos legales y judiciales, de respetar (con toda la crítica que se quiera) las decisiones adoptadas conforme a las reglas y combatir las que se desvíen de las mismas. Incluso cuando duela hacerlo, incluso cuando supongan que alguien como inés del río (ya os habréis dado cuenta de que uso las minúsculas en su nombre con toda la intención) pueda ser de alguna manera beneficiado. Porque también en la humanidad de inés del río está la nuestra, porque también garantizar sus derechos es garantizar los nuestros, porque de verdad nos creemos que los derechos humanos son importantes, esenciales, vitales y que sin ellos nuestras propias vidas podrían estar en riesgo en cualquier momento.

Así que sí. No me voy a felicitar por que inés del río esté de camino a la calle, no me voy a felicitar por el sentimiento de humillación que hoy podrían estar sintiendo muchas víctimas. Pero sí me voy a felicitar por comprobar de nuevo que en este tiempo de incertidumbres en el que a veces me siento tan desolado, los derechos humanos siguen iluminando el camino, sostenidos con criterio, rigor y pasión por quienes son sus custodios.

NOTA. Por mínimos comentarios en esta línea ya me han llamado pedófilo, asesino, fascista, rojo, intolerante, imbécil en las redes, ya han deseado que violen y maten a mis familiares para que yo sepa lo que es bueno, así que no os molestéis en seguir por ese camino. Mis convicciones son fuertes, mis ideas claras, y mi compromiso con los derechos humanos y su defensa no se va a resentir ni siquiera con las amenzas, que también alguna (cobardona y anónima) ha caído. Irretroactividad de las leyes. Seguridad Jurídica. Derecho al Proceso Informado. Etc. Exactamente eso. Y tanto más.

miércoles, octubre 16, 2013

BLOG ACTION DAY 2013 . LOS DERECHOS HUMANOS. ¿QUO VADIS, FRANCIA?


Como otros años, me sumo a la convocatoria mundial del Blog Action Day, convencido de que la posibilidad de tejer redes, de hacernos presentes a partir de las herramientas que nos proporcionan las TIC, de empuñar la palabra se encuentran entre esas pequeñas herramientas que nos permiten apostar por ese otro mundo posible. 

Para este 2013, nos han propuesto escribir sobre los derechos humanos. Sobre esos espacios de inmunidad que con el esfuerzo de tantas y tantas generaciones se fueron edificando para proteger a todo hombre y mujer de la arbitrariedad del poder, de los poderes. Esos espacios que fueron creciendo y ganando espacio para tratar de garantizar la dignidad, el control de cada persona sobre su propio plan de vida y sobre sus libres aspiraciones. Esos espacios que cada vez más seguros de sí mismos apelaron a la responsabilidad intergeneracional. 

Esos mismos espacios que aparentemente fortalecidos por tantas declaraciones ampulosas y vanas en bocas mentirosas, incapaces, impotentes en el mejor de los casos, se rompen con tanta facilidad, con tanta frecuencia, haciendo añicos nuestras esperanzas.

No lo puedo evitar. Leí esta mañana en el diario que frecuento una historia más sobre la expulsión en Francia de gitanos procedentes de países del este de Europa. Una historia con un nombre propio sobresaliendo, el de Leonarda Dibrani, una romaní de quince años que llegó a Francia huyendo de la guerra y el racismo de Kosovo y más tarde de los asaltos a campamentos gitanos en Italia. Una romaní cuyo nombre es hoy un nuevo rostro de la vergüenza de Occidente en general y de ese país que un día tejió una revolución para que la primera generación de los derechos humanos fuera una realidad y que escribió que los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos.

Leonarda Dibrani. Quince años, muchos de ellos sometida a la exclusión social y huyendo. Alumna brillante, como su hermana mayor, en un liceo francés. Detenida con modos indecentes durante una excursión escolar, en presencia de todos sus compañeros de clase como si se quisiera poner en escena la vergüenza que al parecer Leonarda debería sentir sólo por pertenecer a una familia que apostó por una vida mejor, que intentó conquistar la dignidad, que quiso que sus miembros fueran libres e iguales en dignidad y derechos. Trataron de obtener los malditos papeles como refugiados, cumplían todos los requisitos establecidos por el propio estado francés para regularizar la situación de quienes entraron sin papeles pero se han integrado en la sociedad francesa. El padre tenía trabajo, tenían vivienda habitual, los niños estaban escolarizados, los más pequeños sólo saben hablar francés. Pero el racismo que nos late tan hondo, el odio a la miseria que nos recuerda que nuestro pasado bienestar estuvo edificado sobre el dolor de millones de semejantes, fueron más fuertes. El padre fue deportado y a pesar de que la familia lo ha desmentido una y otra vez, pidió la reunificación familiar (la madre ha afirmado que eligió permanecer con los hijos en Francia para que Leonarda y sus hermanos tuvieran futuro).

La cuna de la Ilustración, de la racionalidad, de los derechos del hombre y el ciudadano se plegó sobre sus propios miedos, sobre su propia miseria, sobre esa creciente ola de intolerancia que lleva a las más altas expectativas a Marine Le Pen. Y optó por traicionar esa historia, por traicionar su memoria más digna. Sin procedimientos, sin garantías, sin formas mínimas para ejecutar una decisión más que cuestionable. Tomada desde los despachos y los alientos de quien dice ser de izquierdas, hijo de emigrantes sin papeles, de republicanos españoles que también cruzaron un día la frontera en busca de la seguridad, de la dignidad de los derechos.

Aunque quizá lo peor de todo sea renovar la consciencia de que hoy, en todo el mundo, muchos millones de Leonardas han visto aplastado su futuro porque otra vez, ¿acaso dejaron de hacerlo alguna vez?, los viejos y repulsivos poderes siguen haciendo de los derechos humanos papel mojado para poder seguir haciendo de nosotros sus tristes marionetas.

viernes, octubre 11, 2013

EN EL MUNDO HAY AMORES QUE MATAN



Cuando estás al tanto de la realidad, no es raro que te sorprenda la manera en la que la cuentan determinados periodistas, determinados medios, determinados intereses. Pero como yo no soy del gremio, voy a abstenerme de consideración alguna en torno a conceptos como objetividad, informaciones contrastadas y otras quisicosas. 

Pero tampoco voy a dejar de pronunciarme sobre un pequeño revuelo vivido esta semana en Cantabria y amanecido en buena medida en las páginas dominicales de El Mundo Cantabria. Porque ese revuelo afecta a una de mis preocupaciones particulares, el maltrato y el abandono de mascotas, de animales de compañía. No creo que a los lectores residentes y mediopensionistas del blog os vaya a pillar de sorpresa. Y es que si algo tienen de bueno las redes sociales es que han roto el monopolio de la información y de la comunicación y nos dan pie a los ciudadanos para difundir nuestras ideas y precupaciones, sueños y banalidades. También nuestras propias versiones. 

No siempre es cierto eso de que los políticos permanezcan levitando en una burbuja ajena a la sociedad. A veces tienen los oídos atentos, escuchan, hablan y tratan de transformar esa realidad siempre perfectible que nos preocupa y que denunciamos. Así, la diputada del PSC-PSOE en el Parlamento de Cantabria, Chabela Méndez, escucha desde hace mucho tiempo a activistas vinculados con el mundo del bienestar animal, implicados en la lucha contra el maltrato y el abandono y ángeles para esos miles de gatos y perros que cada año sufren en Cantabria la desgracia de haberse creído aquello de "mejores amigos del hombre". Ha estudiado la situación, se ha documentado, se ha preocupado y desde esas tres patas ha decidido comprometerse en una mejoría administrativa y legal que permita superar un marco francamente ineficaz e insatisfactorio. Un marco de cambio legal que es ya un clamor en todas y cada una de las regiones de España y que ya está atravesando nuestras fronteras: la situación de los animales de compañía en nuestro país provoca estupor y horror en la Unión Europea.

Consecuentemente con esas tres patas, Méndez dio el primer paso obligatorio antes de proceder a iniciativas de mal calado: tratar de completar la información (si la consejera de medio rural Blanca Martínez tiene a bien responder y enfrentarse de una maldita vez al problema) preguntando como parlamentaria al ejecutivo cántabro una batería de preguntas relacionadas con datos de abandono y maltrato, denuncias, situación de centros de recogida, relación con protectoras, campañas de información, situación sanitaria, iniciativas sobre esterilización, control de chips, etc. 24 en total, bastante centradas esta vez en el mundo de los perros aunque son de esperar las que incidan en las particularidades de los gatos. De esas 24, 4 concretaban y pedían datos específicos sobre maltrato y abandono en el entorno de la caza. Y son esas cuatro las que han indignado a un periodista de El Mundo, al periódico como tal (dos editoriales) y a la Federación de Caza.

Les cuento, según El Mundo, Ana Isabel Méndez sólo ha presentado esas cuatro preguntas (en todo momento se ha ignorado deliberadamente la existencia de las otras 20) para protagonizar un ataque que entienden vejatorio y gratuito para los cazadores de Cantabria (10.000 licencias, nos dicen) al afirmar que hay cazadores que maltratan y abandonan a sus perros , y además insultarlos llamándoles escopeteros. Afirma que según el SEPRONA las denuncias sobre abandonos en la caza son mínimas, un 28% (aportan la cifra), por lo que parece absurdo preocuparse por cosa tan nimia. Le exige el medio a la diputada que presente disculpas a los cazadores y, hoy, se regodea con su victoria (de haberlo sido, triste victoria sería esa que para satisfacer determinados egos y status se mea encima de las víctimas, en este caso los perros de caza). 

Pero ... Hagamos cuentas. ¿Que el 28% de los abandonos no es relevante? Ese porcentaje supone que uno de cada cuatro perros abandonados lo ha sido por un cazador, supone que si aplicamos  criterio de unidades familiares de cuatro por familia habría 40.000 cántabros directamente relacionados con los perros de caza (un 7%) que abandonaría al 28% de los perros. ¿Problema insignificante? Más bien al contrario, gravísimo. Más que suficiente para justificar la especificidad de las 4 preguntas.

Pero hay más, no es cierto que haya ataque alguno a los cazadores y se haya obviado otros maltratos y abandonos: ya dije que las cuatro preguntas de la polémica forman parte de un total de 24. Así que El Mundo miente, o tal vez podríamos decir de forma más precisa que esconde parte de la realidad, justo la que no se ajusta a su tesis. Tampoco es verdad que se ataque, humille o denigre a los cazadores. Las preguntas son asépticas, formales, y se limitan a preguntar por las cifras que se conozcan en la consejería. Si los cazadores, abandonadores del 28% de los perros, se han sentido tan molestos a lo mejor es porque la diputada ha abierto la puerta a una realidad incómoda para ellos. 

Tampoco los llama escopeteros. En una pregunta se dice "cazadores y escopeteros", diferenciando pues entre ambos. Es cierto que el término escopetero es despectivo entre los cazadores: a muchos de ellos les he escuchado personalmente echar la culpa de los maltratos a esos escopeteros a los que diferencian de los cazadores cumplidores con la ley y con la decencia. Pero, ella misma lo ha explicado, el uso del término se debe a una confusión terminológica que asume, debería haber escrito perreros, los que dentro de las cuadrillas se encargan directamente del control de los perros. Pero un ruido en la comunicación hizo que se confundiera y pensara que esta función era desarrollada por quienes ella creyó escopeteros.

Hoy, como dije, El Mundo celebra que la diputada haya pedido perdón a los cazadores. De hecho, anoche el director de EMC me envió por twitter un mensaje jubiloso, celebrando esas disculpas a los cazadores. Disculpas que tampoco han existido: no se ha retractado la diputada de sus preguntas, no las ha retirado, no ha hecho matiz alguno y siguen pendientes de respuesta por parte de Blanca Martínez. Con una sola salvedad: ha explicado el error terminológico y ahí sí ha dicho que siente la confusión y la ofensa que con ella haya podido causar. Nada más. 

24 preguntas sobre maltrato, abandono y bienestar animal, responsabilidades personales e institucionales están ahora en la mesa de la Consejera de Medio Rural de Cantabria. Mientras tanto, en Cantabria las verdaderas víctimas de esta historia, los perros, continúan en un limbo legal que supone un maltrato institucional y generalizado. Muchos perros de Cantabria, también muchos perros de caza, están en manos responsables que les quieren, les cuidan y les respetan. Muchos otros están en manos infames, también muchos perros de caza. Y sus condiciones de vida, de higiente, de salud, de alimentación, sociabilidad, bienestar son deficientes hasta el escándalo. Buena parte de ellos acabarán muertos a manos de sus propios e indignos propietarios, otros serán entregados en las perreras para ser sacrificados como quien deja la basura en una incineradora, muchos serán echados a la calle, provocando por cierto serios riesgos de salud pública y de seguridad en el tráfico por los que nadie responderá.

Afortunadamente las preguntas siguen adelante. Y tras ellas, tendrán que venir acciones parlamentarias y sociales de mayor calado para acabar con la lacra del abandono. Pero me pregunto, visto hoy El Mundo, ¿de verdad habría que regocijarse así, que festejar que la diputada Méndez hubiera retirado las preguntas? ¿de verdad eso sería una victoria? Pues qué victoria más triste, Félix, Alfonso, qué victoria más triste.

miércoles, octubre 09, 2013

CARTA DE HARLEY A CHABELA MÉNDEZ


Estimada Señora Méndez:

Espero que no le moleste que le haya robado al jefe el ordenador un rato y me haya aprovechado de su blog para escribirle unas líneas que me parecen importantes, aunque yo no soy escritor como Gin o como Glenda y lo mismo no me sale bien lo que quiero.

Además ya soy un vejete, así que la cabeza no me funciona del todo bien y mi memoria confunde mis propios recuerdos con los de otros perros de caza que conocí durante nueve años. Pero sí creo que aunque mezcle algunos, se podrá hacer una idea bastante ajustada de cómo vivimos muchas veces, me temo que la mayoria, los perros de caza. Y se lo cuento porque he visto en el periódico que hay un periodista y unos cazadores que la están atacando porque ha preguntado en el el Parlamento de Cantabria cuál es la situación real del maltrato y el abandono, las condiciones sanitarias, el bienestar, el cumplimiento de la ley, las medidas de protección para los animales de compañía en general, para los perros en particular y hasta se ha acordado usted de dedicar cuatro preguntas específicas a los perros de caza. 

Creo que sólo fui feliz de verdad cuando era cachorro, muy cachorro. Durante unas pocas semanas viví junto a mi mamá y a mis hermanos, comía, jugaba y aprendía a expresarme, a disfrutar de la vida. Muy pronto me vendieron por primera vez, queda rastro en mi microchip, imagino que sin cumplir ninguna de las garantías que exige el artículo 13 del Tratado de la Unión Europea, porque en España nadie hace caso de ese artículo. Fue la primera de tres. 

A partir de ese momento, mi vida cambió. No le voy a decir que haya sido horrible, porque conozco los casos de muchos compañeros que han vivido en un auténtico infierno, ni siquiera les daban de comer así que ya se puede imaginar el resto. A mí me estuvieron entrenando para que aprendiera a seleccionar las piezas que mi dueño quería cazar, codornices, perdices y becadas, sobre todo. Y muy pronto me llevaron a cazar cuando era la estación correspondiente.

Tengo que decir que tuve suerte de ser un valiente y no asustarme con los disparos. De ser bien dispuesto, obediente, atento y eficaz en el trabajo. De no tener alguna tara congénita como la sordera o un accidente que me hubiera estropeado una pata. Porque entonces no estaría escribiéndole esta carta, no habría sobrevivido mucho tiempo, no habrían tardado en , como dicen ellos, quitarme.

Por lo demás, viví casi todo el tiempo con unos cuantos compañeros dentro de una jaula, en las afueras de un pueblo. La jaula no era demasiado grande, aunque más o menos podíamos movernos un poco. De vez en cuando, muy de vez en cuando, el jefe o alguien enviado por él venía a traernos comida y agua, llenaba unos depósitos para que fuera racionándose, si tenía buen humor y tiempo nos dejaba salir un poco de tiempo, y se marchaba. Si el agua o la comida se acababan, pues esperábamos así como medio tristones y débiles y ya estaba. En general no iba al veterinario, y era el propio jefe el que se encargaba de pincharnos una vez al año para ponernos las vacunas, aunque conocí en otras cuadrillas a perros que no sabían ni lo que era el veterinario ni lo que era una vacuna. Y que a veces se marchaban por culpa de enfermedades como la parvovirosis, que en teoría afecta sólo a los cachorros, pero claro, no te afecta si estás bien protegido.

También nos desparasitaban de vez en cuando. Y en eso también tengo que decir que yo tuve más o menos suerte. He conocido a compañeros que deambulaban por el bosque cargados de garrapatas o de pulgas, algunos con graves problemas en la piel debido a las picaduras. Los que no morían infectados por los bichos no tardaban en desaparecer. A unos los quitaban directamente. A otros los llevaban a unos sitios llamados perreras, donde también los quitaban.

Recuerdo una vez que estuvimos cazando por la montaña palentina. Un jefe se alejó un momento con su cuadrilla de compañeros, se alejaron, al rato escuchamos unos disparos y yo no sé por qué sentí un escalofrío, porque por allí no había codornices.  Luego volvió el jefe solo, sin los perros, y dijo a los otros "ya los quité". Y nos fuimos. A veces pienso que esos compañeros eran los siete setters que mi nuevo dueño se encontró una vez acribillados por esa zona, cuando hacía senderismo con unos amigos. Pero ya digo que estoy viejo y no sé muy bien la localización exacta del crimen.

Al final llegó ese momento temido por todas las criaturas, los años empezaron a pasarme factura. Bueno, los años y que no me sacaban nunca de la jaula, así que fui perdiendo el músculo de las patas traseras y me volví torpe. Cuando llegó la temporada de verano cacé bastante mal, por primera vez cacé mal, a veces me caía o me negaba a saltar obstáculos porque mis patas no me dejaban intentarlo. Y cuando llegó el otoño mi cuarto dueño dijo que había que quitarme. Una tarde me sacó de la jaula, a mí solo, dejando atrás a mis hermanos, y me llevó a ese sitio, la perrera. Dijo que me había encontrado perdido, así que no le pidieron más datos. Luego allí comprobaron el chip, le llamaron por teléfono, él dijo que sí, que me había perdido pero que no le interesaba ir a recogerme (el muy mentiroso) y por eso me llevaron a una jaula, a esperar mi turno para esa inyección que ponían a los pobres peludos de la perrera para hacer sitio, para matarles.

Un día vinieron unos chicos de una organización que se llama SOS Setter, pagaron a los de la perrera para sacarme de allí y me volvieron a cambiar el chip. Yo no sabía qué podía esperar, ya no creía en ningún humano y estaba verdaderamente triste, deprimido. Pero llegamos a un lugar maravilloso, Setterland, donde me dijeron "Sigue el camino de baldosas amarillas". Y me soltaron y yo sin saber por qué corrí hacia una casa donde había muchos setters, algunos viejines, o enfermitos, otros felices. Todos esperando una nueva oportunidad. Y allí descubrí que era posible volver a ser feliz, que no era verdad que un perro estuviera bien si le tenían en una jaula medio alimentado y medio limpio, siempre encerrado y hacinado. Aprendí que hasta hay juguetes para perros, pero como nunca aprendí a jugar, no sé cómo hacer cuando me ponen uno cerca. 

Una tarde me llevaron a la ciudad y me presentaron a un señor que tenía una perrina setter muy requetelinda. Me cayeron bien, así que una semana después me mudé a su casa. Tenía miedo al principio, por las noches me escondía para dormir seguro y lloraba durante toda la noche por las pesadillas. Me peleaba por la comida, por si acaso llegaba ese día en el que se acababa y tardaban en traer más. Pero ahora estoy mucho más tranquilo y más contento, me gusta dormir cerca del jefe y casi nunca tengo pesadillas. Hago ejercicio todos los días y a veces voy a nadar porque dicen que me viene bien para recuperar el músculo que había perdido, así que ya no me caigo y hasta me atrevo a dar algún salto. Seguro que hay perros que viven mucho mejor que yo, pero la cara me ha cambiado y mi expresión, lo dice todo el mundo, es mucho más contenta. La comida es estupenda y también lo son las caricias del jefe y sus amigos. ¡Y además no tengo que cazar para ganármelas!

Así que queria contarle mi vida para pedirle que no se deje vencer por las presiones del periódico, del periodista y de los cazadores. Hay muchos perros que están sufriendo, muchos que han sufrido tanto como ni se imagina. Y como nosotros no votamos, ni podemos tomar medidas, necesitamos que humanos de buen corazón se muestren sensibles hacia nuestra realidad, nuestra terrible realidad, y consigan minimizar el sufrimiento. Por primera vez en Cantabria, alguien se preocupa de verdad en el Parlamento por los perros, y no se olvida de los perros de caza. Nos ha despertado muchas ilusiones, por favor, no haga que volvamos a quedarnos tirados en una cuneta. No se rinda.

Suyo afectísimo, Harley Davidson. Aunque la Gin me llama Tío Harley.

martes, octubre 01, 2013

LA FUENTE DE LA EDAD. EN EL DÍA INTERNACIONAL DE LAS PERSONAS MAYORES


Pues sí, personas mayores. Porque así es como prefieren llamarse a sí mismos. Con una de esas malvadas expresiones políticamente  correctas. Porque anciano o viejo les suenan a vetusto, a caducado, a inútil, a trasto, por mucho que para mí suenen entrañables a veteranía, a experiencia.

Recuerdo a Carmina, en el grupo de lectura de Mazcuerras, una de esas mayores borrachas de vida y de ganas de seguir aprendiendo, decir que pocas cosas le daban tanta rabia como ver que en la televisión llamaban ancianas o viejas a mujeres mucho más jóvenes que ella, porque ella se sentía cargada de energía (y de verdad era todo un torbellino), que ella no era para nada vieja, que no se sentía así. Y a las demás mujeres asintiendo, desde sus venerables arrugas. Brotadas unas del esfuerzo, de la vida, otras de esa risa que tan bien cultivaban.

Recuerdo a la Nena o a María hablar con rabia o con tristeza de la guerra y de la penuria que siguió. A Evangelina contando cómo aún no conseguía entender cómo su madre había sido capaz de hacer una tortilla para ocho con una patata y dos huevos. No porque vivieran en el pasado, ni estuvieran ajustando cuentas con nadie, no. Sí porque sus vidas son también memoria, surcos que fueron quedando en sus pieles con cada dolor, con cada jornada. También con cada alegría : "Muchas veces me preguntan a cuál de mis obras le tengo más cariño. Pues tengo que decir que sin dudarlo, a mi hijo. Esa sí que me salió bien. Y no lo digo por lo bien que nos lo hubiéramos podido pasar haciéndolo ... (guiño pícaro) pero yo no era tonta, sino ..." (Ana María Matute en la UIMP hace un par de años).

Recuerdo a la abuela Rosalina, preparándose para la cena leche frita o manzanas asadas, disfrutando antes de cada comida de su vasito de "vino rico" (como llamaba a la quina), sonriendo apacible desde su butaca y diciendo con cada actuación musical de la televisión "Yo no digo que os guste o que no os guste, pero nadie ha cantado nunca como Raphael". Y a la tía Chavita, discreta, entrañable, una de esas mujeres que tal vez perdieron una parte de su corazón en convenciones pasadas, libre e independiente hasta donde pudo, que acabó viviendo para toda su larga lista de sobrinos y resobrinos sin hacer ruido. "El primero, no molestar" decía con frecuencia.

En esta sociedad vertiginosa en la que tan poco espacio le queda a la serenidad, a la calma, se nos han vuelto invisibles, pesados y molestos. Pero ellos, sobre todo ellas, se empeñan en afirmarse, en conquistar espacios y edificar futuros a pequeña escala. Se han quitado lutos y tristezas, van a la peluquería, al cine, a bares y cafés, marchan de viaje, se arreglan con pulcritud modesta y hasta se arriesgan a veces a encontrarse otra vez con el amor. Estudian lo que no pudieron. Pintan y bailan. Quizá ya no les importa el qué dirán porque la edad les ha dado sabiduría, y la sabiduría les ha hecho libres.

Y la libertad les ha hecho serenos, dueños de su lentitud y de sus pasos, señores de sus deseos. Así que hoy, en este Día Internacional de las Personas Mayores, quiero celebrar que la vida me ofreció como un regalo el encuentro con su libertad y su sabiduría y darles las gracias. A mi madre, que se ha hecho mayor aunque nos parezca mentira. A la abuela, al abuelo, a la tía. A los alumnos y alumnas de literatura de las Aulas de la Tercera Edad de Santander. A las mujeres de los grupos de lectura de tantos pueblos de Cantabria. A las hermanas Solar y su tertulia mañanera del Siboney. A Marcelina, la única vecina capaz de preguntarme cómo estaba Leo. A ese marica viejo que a veces me cuenta qué bonito y qué difícil fue. A Ana María Matute y a Ramiro Pinilla (qué placer haber compartido tertulia y mantel con su lucidez). A todas esas generaciones que se han ido adentrando en la edad de la calma sin renunciar al placer de exprimirle a la vida cada hora.

Gracias.


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